Me puse a leer una nota de una de las tantas revistas que me compro cada mes. Una entrevista que le hicieron a un biólogo molecular que habla sobre la química del amor. Un tema interesante, ya que siempre relacionamos el amor con cosas cursis y nunca con lo científico. Como toda sensación, tiene que ver con el trabajo que tiene nuestro cerebro, y este profesional explica cómo funciona el enamoramiento, por qué las mujeres hablamos tanto y por qué, a diferencia de los hombres, podemos hacer varias cosas al mismo tiempo.
El tema central de este post no es la entrevista a este hombre que, aparentemente es muy inteligente. Pero al finalizar la nota, hay una columna titulada: Claves para superar una crisis amorosa. Y abajo enumera cuatro tips para lograrlo. Uno de esos items dice lo siguiente: Evitar el exceso de charlas con amigas. Sí, así con la palabra 'exceso' subrayada. No puedo explicar mi enojo al leer ese pequeño párrafo. No tengo nada en contra de esta entrevista y todo lo que dice el experto, porque es ciencia y no puedo criticar lo que dice una persona que recibió una propuesta para trabajar en Harvard. Pero ese consejo me dejó pensando lo bien que me hace hablar de mis fracasos (no sólo amorosos) con mis amigas.
El breve párrafo relata: "Está comprobado que hablar con amigas permite descargarse, pero no alivia la emoción negativa. La historia se relata de manera desestructurada, y a veces te detenés en hechos que pueden no haber sido relevantes. Además, una tiende a recurrir al amigo que dice lo que quiere escuchar". Bueno, no estoy de acuerdo.
Mis amigas son mi cable a tierra cuando estoy en crisis. Si hay algún problema del tipo amoroso, laboral, familiar o facultativo, siempre nos juntamos. Cualquier motivo es excusa para reunir al grupo entero, ya sea para hablar, escuchar o distraernos. Nos hacemos bien entre todas.
A través de los años las relaciones suelen cambiar. Terminás el colegio y comenzás una nueva vida. Cuesta planear encuentros y salidas porque no coinciden con los horarios; conocen gente nueva; consiguen trabajo o tienen unos horarios horribles en la facultad. O como pasó en mi caso, todas se metieron a estudiar carreras complicadas, de gran carga horaria, y yo conseguí un trabajo para llenar esos tiempos libres con una carrera un poco más light. Todas se pusieron de novias y yo conocí un grupo de chicas que, hoy, considero que son mis mejores amigas.
Esto que describí tiene algo que ver con la crisis del cuarto de vida. Pero esta supuesta crisis no va a despegarme de mis amigas de toda la vida. Hay gente nueva, cada vez cuesta más organizar algo para vernos, tenemos otros tiempos, pero a pesar de todo, siguen siendo mis amigas. Son las que me conocen desde siempre. Y aunque haya momentos de distancia, en las buenas y en las malas estamos. Pasamos años de risas, llantos, viajes, anécdotas y amores. Pero seguimos juntas a pesar de todo.
Tengo la buena suerte de decir que tengo las mejores amigas del mundo (ambos grupos). No exagero.
Y si no fuese por todas esas conversaciones en exceso que compartimos, esto no sería lo mismo. Hoy no estaríamos todas juntas y nuestras vidas serían un embole. Porque cuando yo voy a plantear un problema, no espero que me digan lo que quiero escuchar. Quiero la verdad, sus opiniones, por más duro que sea de escuchar.
Así que, yo opino que, para superar una crisis amorosa hay que disfrutar el exceso de charlas con amigas. Hablemos, riamos y lloremos, pero hagámoslo juntas.
K.
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